Relación I. Por Marcelo Comandú
Publicado: jueves, 13 de julio de 2017
Cuerpos exploran su abstracción, produciéndose
casi geométricos y casi humanos, como una mediación, acercando lo uno a lo
otro.
Vuelven a trazarse cada vez en la
misma relación:
acostados,
mostrándose linealmente al lado de,
o en frente,
desplazándose con sigilo de un
rectángulo a otro
o a un triángulo.
Los objetos geométricos producen una
geografía abstracta donde Mónica nos pierde,
perdurable más allá de esa nueva
astilla en la madera o aquella sorpresiva grieta en el vidrio.
Una geografía de líneas que parecen
no cambiar,
pero dejan ver el cambio que el
cuerpo sufre en el recorrido que repite, pues se resiste al disciplinamiento,
simplemente por un modo propio de ser extranjero en la línea recta y la curva
precisa.
Momentos:
Soledad acostada tiende su brazo
hacia el objeto cuadrangular, y hace visible el tatuaje de una flor que se
presenta abismal, como de otra dimensión.
Indira calza zapatos en sus manos y se
desplaza extraña, se detiene en tensiones, devela construcciones intensivas del
cuerpo.
Rodolfo se apega a y despega de…la
pared… el piso…las formas…y nos hace percibir la fuerza con que el cuerpo
condensa y despliega el espacio y el tiempo.
Mientras observo pienso: los cuerpos
agregan esa última dimensión como duración en que devienen cambiantes hacia una
constante producción de sí mismos, aún cuando adrede se reiteran.
Siento el tiempo pasar y me observo
mirando,
escuchando,
sosteniendo una atención interesada
en no apresurar una significancia,
atento a un sentido del estar ahí.
Lo minimalista radica en la insistencia
de una repetición que se mantiene como plan de organización,
mas,
también en una austeridad que
sintetiza la expresión.
Acallar un automatismo.
Silenciar un modo de estar.
Asignificar.
Desubjetivar.
Desde la expectación mi imaginario
no cuenta historias,
capta presencias y las entiende en
ese ser-arrojados a cuadraturas.
Los performers se convierten en
fríos témpanos entre témpanos
o partículas en un desierto.
A veces permanecen cerca,
inmóviles,
como si dialogaran en el hilo tenso
de su co-presencia.
El pizarrón negro me atrapa en el
cuerpo de Indira.
Por un momento estuve en ella,
mirando dentro ese plano oscuro que
la/nos atrapa.
Su cuerpo se aleja y acerca,
levemente, casi imperceptible, enigmático precipicio.
Rodolfo estalla en silencio.
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